El huevo de la serpiente

Desde hace 30 años los 24 de marzo son días de tristeza y de bronca, cuando no de impotencia y frustración. En este aniversario en el que se ha instituido un feriado para repudiar y reflexionar, se yergue la sensación de que la justicia, la racionalidad y la condición humana tienen una buena oportunidad entre los argentinos.

Los motivos no son pocos: el desalojo de los marinos de la Escuela de Mecánica de la Armada -el centro clandestino de detención, tortura y asesinato más activo de la dictadura- y de los policías de El Olimpo -otro infierno-, el retiro de los retratos de los asesinos del lugar donde se educan los militares, la derogación de las leyes de impunidad y la reapertura de las causas por delitos de lesa humanidad, la inminencia de la derogación de los indultos...

No olvidar es necesario para evitar que atrocidades como esas vuelvan a repetirse.
  Pero no olvidar no consiste solamente en develar los hechos, denunciar y castigar a los culpables.
No olvidar consiste también en señalar los no-hechos, como los de cientos de miles de argentinos que, sabiendo o sospechando que los derechos humanos estaban siendo violados de un modo que ni las películas de ficción se animan a contar, miraron para otro lado, o consintieron, o peor aún, festejaron.

Esos no-hechos, ese dejar hacer lo que no se debe dejar hacer, fue una enorme demostración de incivilización, de barbarie y de bajeza de nuestro pueblo.

No olvidar es no convertir a Videla, Agosti, Massera, Camps y compañía en demonios extraterrestres que llegaron en sus platos voladores con sus ejércitos de ocupación para someter y torturar. No fue así. El huevo de la serpiente se incubó en el seno mismo de nuestra sociedad. Por eso, no olvidar también es hacerse cargo, como pueblo. Y reparar, y educar.

Artículo publicado en la revista EXACTAmente. Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina.