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    La copia es lo que vale 
    Clonación 
      Si  hay un tema que la ciencia le arrebató a la ficción sin aviso ese tema es, sin  duda, la clonación. Ninguno otro despierta tantas fantasías y temores. La sola  mención de la palabra evoca una idea aún más perturbadora: clonación humana. Y  nadie es capaz de evitar un estremecimiento si se le propone imaginar a su lado  un clon propio. No es para menos. 
      Pero  de qué estamos hablando. La clonación es simplemente y en términos generales la  reproducción sin la intervención de sexos, es la reproducción a partir de un  solo organismo. Las bacterias, sin ir más lejos, se reproducen de esta manera:  en el proceso de división celular una bacteria genera dos hijas y la  progenitora desaparece: se convirtió en dos. Estas dos son absolutamente  idénticas entre sí y también lo son a la progenitora, por afuera y por adentro.  Son un clon. Hasta acá no parece demasiado misterioso. Incluso muchas plantas  utilizan –o permiten– el mismo método reproductivo y la intervención humana ha  aprovechado esta propiedad para fijar características convenientes o  ventajosas. Cada vez que plantamos una papa o cualquier otro tubérculo  producimos una nueva generación de individuos (si cabe la palabra) idénticos.  Un poco más elaborada pero igualmente antigua es la técnica del injerto que  practicaban nuestras abuelas en el jardín de sus casas y que les permitía  “eternizar” una plantita que les gustaba. La industria frutíola y la vitivinícola  sacaron buen provecho del clonado vegetal. Hace ya tiempo la tecnología diseñó  un método mucho más sofisticado –la micropropagación clonal– que consiste en  tomar una célula cualquiera de una planta cualquiera y hacer de ella un  individuo nuevo, idéntico, clon, gemelo, del individuo que donó –del cual se  tomó– la célula. Seguimos sin conmovernos.  
      ¿Y  por qué nosotros, que nos reproducimos sexualmente como el resto de los  animales, no generamos hijos idénticos a nosotros, sino tan sólo parecidos a nosotros  (con un poco de suerte)? El secreto está en los genes. En el núcleo de cada una  de nuestras células tenemos una moléculas llamadas ADN portadoras de las  instrucciones que necesitamos para desarrollar nuestra vida. Cada instrucción  se llama gen. Cada gen determina en última instancia una característica de  nuestro cuerpo. Ser rubio, ser morocho; ser alto, ser petiso; ser dador  universal o B Rh negativo. El problema es que cada una de nuestras células  posee un juego doble de instrucciones –se llaman células diploides– y los  duplicados, generalmente no son exactos. A la hora de reproducirnos el macho  produce una célula especial que tiene un solo juego de instrucciones –una  célula haploide–. Esa célula se llama espermatozoide y llega a tener un juego  individual repartiendo en dos y al azar la dotación doble –diploide– que tenía  inicialmente, como todas las demás células del cuerpo. La hembra hace otro  tanto con una célula especial que lleva el nombre de óvulo. Ovulo y  espermatozoide se juntan en una ceremonia muy divertida llamada fecundación,  engendrando una célula que vuelve a poseer un juego doble de instrucciones y  que por sucesivas divisiones celulares genera un nuevo individuo. El nuevo  individuo termina poseyendo una dotación genética diferente a la de su padre,  diferente a la de su madre y por lo tanto resulta diferente –aunque parecido– a  ellos. 
      En  la naturaleza, los animales también generamos clones aunque muy de vez en  cuando. Se trata de los gemelos idénticos. Por algún motivo el huevo fertilizado  se divide en dos huevos y cada uno genera un individuo. Ahora, un dato a tener  en cuenta para un rato más adelante es el siguiente: los gemelos tradicionales  son sincrónicos. Nacen el mismo día, cumplen el año el mismo día y consiguen su  primera novia más o menos al mismo tiempo (lo cual veces genera unas  confusiones bastante cómicas, pero eso sí no tiene nada que ver con esto).  Salvo estas excepciones no existen clones naturales de animales. 
      Todavía  queda un dato interesante sobre clonaciones naturales: nosotros mismos, como  cualquier otro organismo, estamos hechos de lo que podríamos llamar un clon de  células. Todas nuestras células, tanto las que forman la piel como las que  forman el tejido nervioso, como todas las demás, provienen de la división al estilo  de las bacterias (fisión binaria) a partir de una única célula inicial. Sin  embargo las células de nuestros distintos tejidos son muy diferentes entre sí.  Y nunca quedó muy claro si estas diferencias en aspecto y función se  relacionaba con, o implicaba, cambios irreversibles en el núcleo, en la  información genética.     
      En 1962 un señor  llamado J.B.Gurdon desarrolló un ingenioso experimento: tomó el núcleo de una  célula instestinal, totalmente diferenciada, de una rana adulta y la introdujo  en el ovocito (el óvulo) de otra rana a la que previamente le había destruido  el núcleo con todo su material genético, un ovocito enucleado. De la  construcción salió un precioso renacuajo vivito y coleante como el que más,  clon perfecto de la rana que había donado su célula intestinal. Este  experimento, que constituye la primera clonación artificial en animales,  demostró que aún las células adultas bien diferenciadas conservaban toda la  información necesaria para la generación de un individuo entero, que una célula  de hígado no sólo era capaz de generar más células de hígado –que es lo que  había hecho siempre– sino también cualquier otro tipo de célula que un  organismo nuevo y entero necesita. 
      Hacer  lo mismo con mamíferos resultó mucho, muchísimo más difícil. Pero utilizando  una técnica básicamente idéntica a la de Gurdon, Ian Wilmut y Keith Campbell  del Instituto Roslin, en Escocia, lograron la clonación de ovejas (qué otra  cosa se podría clonar en escocia). Veamos qué y cómo lo hicieron. En un primer  experimento tomaron células un embrión de oveja de nueve días. Disgregaron las  células del embrión, es decir las separaron sin dañarlas, y las pusieron a  cultivar en frascos herméticos y con medios de cultivo controlados.  Por otro lado tomaron el óvulo de una segunda  oveja. En una operación muy delicada se sujeta el óvulo haciendo succión con  una pipeta, y con una segunda pipeta de punta muy fina se pincha el óvulo y se  aspira el material genético (los óvulos listos para ser fecundados no tienen el  núcleo definido con membranas) Con una segunda inyección se introduce una  célula entera tomada del cultivo. Un pequeño shock eléctrico disuelve la  membrana que rodea la célula depositada dentro del ovocito lo cual funde ambos  citoplasmas y crea un estado parecido al que genera la llegada de un  espermatozoide. El resultado es un óvulo en una situación muy parecida a la  anterior pero ahora, el desarrollo embrionario se ha desencadenado. Parece ser  que el citoplasma del óvulo reprograma al genoma de la célula entrante para que  se comporte como una célula embrionaria. La diferencia fundamental es que antes  de la operación el óvulo era haploide y después de la operación resulta  diploide, como un óvulo fecundado. Luego el huevo se transforma en un embrión.  Este se implanta en una tercera oveja –la madre de alquiler o madre subrogante–  que después de 6 meses  de gestación pare un lindo corderito. Con este protocolo nacieron Megan y  Morgan, que fueron los primeros mamíferos clónicos logrados artificialmente.  Pero si lo miramos atentamente este experimento tiene varias limitaciones. M y  M son gemelos que bien habrían podido resultar de un parto de gemelos común y  silvestre; y además no son clones de ninguna otra oveja salvo de ellos mismos.  No son clon de la madre subrogante que sólo prestó lugar en su útero. No son  clon de la oveja donante de óvulos ya que no tienen genes comunes a ella. Y no  son clones de la oveja que donó las células embrionarias ya que ese embrión  tenía un 50% de componente genético de un macho que ni siquiera apareció en  esta historia. Pero al menos el experimento permitió desarrollar y afinar la  técnica de la manipulación celular necesaria para las clonaciones.        | 
   
  
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        La voz del experto
           
           En  la Argentina  hay una persona que es referente obligada si quiere hablar de clonación. Se  trata de Lino Barañao, investigador principal del Conicet que estudió química  en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y realizó posgrados en el  Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos y en la Universidad del Estado  de Pensylvania, donde se especializó en mecanismos de acción hormonal en  cultivos de células ováricas. Barañao es además integrante de la Comisión Nacional  de Etica Biomédica del Ministerio de Salud y de la Comisión Nacional  de Tecnología Agropecuaria. Docente y consejero en la Facultad de Ciencias  Exactas y Naturales también dirige el Laboratorio de Biotecnología Animal del  Intituto de Biología y Medicina Experimental (IByME). 
             
            Dos  años antes de que naciera Dolly se comunicó con Wilmut y Campbell para  proponerle un trabajo conjunto, básicamente el mismo que después dio origen a  la oveja más famosa. Los escoceses estuvieron encantados y juntos elaboraron un  pedido de subsidio para llevar acabo los experimentos. La entidad responsable  de otorgar el subsidio lo denegó. 
             
            Cuando  se le pregunta por la clonación humana responde: Es inevitable que la sola  mención de la clonación lleve a la gente a imaginarse miles de seres humanos  idénticos, pero las pespectivas reales de aplicación de esas técnicas son muy  diferentes. La clonación de seres humanos con fines reproductivos carece de  justificación tanto desde el punto de vista ético y médico como desde lo  económico, y menciono esto porque el último factor a veces suele tener más peso  que los primeros. Hoy por hoy es tan riesgoso y tan ineficiente que intentar la  clonación de un ser humano sería un acto criminal. 
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    | A la izquierda la pipeta de sujección. Desde la derecha la pipeta de aspiración e inyección. | 
   
  
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    Y nació Dolly 
       En  el experimento siguiente tomaron el material genético a clonar de células de la  ubre de una oveja preñada de tres meses y medio. En ese estadio las células  mamarias crecen y se reproducen con mucho vigor y eso facilita que hagan lo  mismo en el cultivo cuando son transferidas. La  infografía muestra el  protocolo con el que nació Dolly, la oveja más famosa. Dolly sí es un engendro  artificial que la naturaleza nunca podrá imitar. Es clon de otra oveja varios  años mayor que ella, como hermanas gemelas pero desfasadas en el tiempo. A  partir del anuncio del nacimiento en febrero de 1996 laboratorios de todo el  mundo se lanzaron a clonar sus propios bichos. A cinco años de aquel hito  tenemos un nuevo mamífero clonado cada mes; pero también tenemos otra cosa, el  anuncio –en Italia y en Estados Unidos– de que se practicará la clonación  humana. 
      No  todo es color de rosa. 
      Así  contado parece sencillo. Pero la clonación tiene todavía muchas dificultades.  Hay muchos problemas y muchos misterios que resolver. Las técnicas empleadas  son todavía muy ineficientes. Para que Dolly viese la luz fueron necesarios 250  experimentos idénticos. Esto significa 250 enucleaciones y 250 transferencias  nucleares y 250 implantaciones en 250 madres subrogantes. En muchos de los  experimentos el ovocito no se implanta, en otros muchos el feto muere antes de  nacer, los que nacen frecuentemente poseen malformaciones que los condenan a  poco tiempo de vida, y de los pocos que sobreviven a tantos avatares  desastrosos la mayoría no resulta del todo normal. Dolly, en cambio, vive una  vida normal y ya ha parido a Polly un corderito fruto de un apareamiento y una  gestación normal.  
      La  eficiencia promedio en todos los laboratorios del mundo para la clonación de  mamíferos a partir de células de adulto sigue siendo muy baja. Sólo llegan a  término entre un 1 y un 2 por ciento de los embriones, es decir menos de 2  individuos viables de cada 100 intentos. Sin contar que aún los casos  considerados exitosos presentan diferencias con sus pares naturales. La edad,  por ejemplo. Parece ser que la edad de un animal está registrada en los  cromosomas que de alguna manera registran el paso del tiempo contando las  divisiones celulares a las que fue sometido. Así, los cromosomas insertados en  el óvulo elegido para la clonación ya vienen con varias divisiones encima. El  tema no está resuelto. No se sabe si esto es muy pernicioso o si, en cambio,  hasta puede ser beneficioso. Pero es una diferencia cierta de consecuencias no  resueltas. De todos modos la pregunta obligada es cúal es el motivo de tanto  empeño, ¿para qué queremos mamíferos clónicos?        | 
   
  
    | Hello Dolly | 
   
  
  
     
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    | Dolly y Polly | 
   
  
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    Una galaxia de posibilidades            
        Imaginemos  una vaca lechera. No es una vaca cualquiera. Entre las proteínas de la leche  que nuestra vaquita secreta de a litros por hora imaginemos una proteína de  interés médico, por ejemplo, el factor IX humano de la coagulación sanguínea  para el tratamiento de la hemofilia. Las vacas comunes no secretan factor IX  humano en su leche, eso lo sabe cualquiera, pero la vaca que estamos imaginando  sí: es una vaca transgénica. Nuestra vaquita va a tener sus terneritos y pronto  tendremos un rebaño, cien rebaños de lecheras factoreras. Una producción  galáctica de esta naturaleza transformaría una pequeña industria lechera en una  fabulosa industria farmacéutica mucho más rentable y redituable que los  sofisticados laboratorios farmacéuticos actuales (lo cual ya es decir mucho). 
      Construir  una vaca transgénica que fabrique kilos y kilos de la proteína que se le pida  no es imposible si nuestro rumiante es clónico. Cuando las células mamarias  están en cultivo, multiplicándose por decenas de miles, se incuban en el medio  con una mezcla de genes humanos de la proteína de interés farmacéutico unido a,  por ejemplo, un gen de resistencia a un antibiótico. Luego se agrega el  antibiótico al medio de cultivo por lo que morirán todas las células a  excepción de aquellas que hayan incorporado el los genes añadidos. Con éstas  células desarrollamos los clones. 
      Wilmut  y Campbell desarrollaron un clónico-transgénico. Obviamente se trató de otra  oveja,  que nació en 1997 y secretaba con su leche la  proteína humana de la coagulación y, por supuesto está patentada. Las vaquitas  (y las ovejas) son ajenas.    
      Y en la Argentina en un proyecto biotecnológico en el que participó científicamente nuestro actual Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, se
        obtuvieron en septiembre de 2002 las primeras terneras clonadas transgénicas
        que contienen una secuencia codificante de la hormona de crecimiento humana (hGH) bajo control de un promotor
        para beta caseína, o sea, para que salga con la leche. La producción en leche de la hGH para uso farmacológico en humanos demuestra que el conocimiento y la inteligencia son opciones rentables aún para pasíses agroganaderos como el nuestro.  
      Hay  otros motivos de interés para el desarrollo de clónicos: los transplantes de  órganos. Cada año mueren en el mundo miles de personas durante la espera de un  órgano para transplante que finalmente no llega. Corazón, hígado, riñón, son  algunos de los órganos que los cerdos podrían donar a los humanos si los cerdos  fuesen cerdos transgénicos. El xenotransplante (así se llama el transplante de  órganos entre especies diferentes) suele despertar cierta repugnancia. Pero  cuando uno es un paciente en lista de espera para transplante, entonces el  órgano es vida independientemente de su procedencia, y vida es vida. El rechazo  de tejidos depende de las proteínas que los tejidos expresan, muestran. Y éstos  dependen de las enzimas que los procesen. En fin, no es sencillo, pero es un  hecho demostrado que si ciertos cerdos transgénicos a los que se les ha  modificado el gen de la enzima que procesa los marcadores de superficie de sus  órganos entonces sus transplantes son suficientemente tolerados por los seres  humanos. No hace falta decir que tal transplante no sería gratis, ni tampoco  barato.  
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    | Pampita, hicimos una vaquita. | 
   
  
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    | Lino Barañao, científico y ministro. | 
   
  
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        | Replicantes nos atacan
           El imaginario  popular es sorprendentemente prolífico en torno a la clonación humana. La  película Los niños de Brasil presentaba un pequeño ejército de Adolfitos Hitlers diseminados por el mundo  clonados por el diabólico doctor Josef Menguele. En Blade Runner Harrison Ford aniquila los clones replicantes que  quieren conquistar el mundo, pero finalmente se enamora (y se queda) con uno.  (Con una). 
             
            Es  infaltable quien tema la creación de ejércitos de esclavos arios dominando el  mundo o se horrorice frente a la idea del clon propio en el ropero aguardando  la necesidad de un transplante sin riesgo de rechazo. Es cierto que todas esas  cosas pueden llegar a ser posibles según avanza el desarrollo tecnológico, y también  lo son decenas, cientos, miles de posibilidades de situaciones más diabólicas y  terroríficas aún que nada tienen que ver con la clonación como las que hemos  vivido sin ir más lejos aquí en la   Argentina durante la última dictadura. El modo de quedar a resguardo  de tamañas penurias no reside en frenar el avance científico y tecnológico sino  en fortalecer las democracias, ejercer efectivos controles sobre los  gobernantes y elegirlos de entre los que se comprometen con la paz, la  solidaridad y el respeto por los derechos humanos.             | 
       
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    Ama a tu clon como a ti mismo
      
       ¿Y  qué decir de la terapéutica que podría llegar a brindar la clonación humana? La  clave siempre se halla en la etapa de células en cultivo. Ya sea tomadas de un  embrión como en el caso de Megan y Morgan, o de células adultas, como Dolly,  cuando las células se encuentran en cultivo son pasibles de todo tipo de  manipulación genética. Se pueden reparar genes defectuosos, incorporar genes ausentes,  cambiar genes así por genes asá… cualquier cosa. Veamos algunas propuestas con  un poco más de detalle. 
      Con  el método de la clonación pueden crearse células indiferenciadas propias de un  paciente. Una célula sana de la persona enferma se introduce en un óvulo humano  enucleado y se genera un embrión humano de unas 100 células. En ese estadío no  hay tejido nervioso desarrollado, ni mucho menos, por lo tanto es imposible que  el embrión sienta dolor ni estímulo alguno del medio. Las células extraídas de  ese embrión no tienen entidad demasiado diferente de las extraídas del  paciente. Pero podrían utilizarse para tratar  su propia dolencia ya que son  clónicas propias y no generarán rechazo, en cambio pueden reparar o reemplazar  un tejido dañado o ausente. 
      Hay  mucha gente sensible a la manipulación de embriones debido a su potencial  capacidad para devenir personas. Acá surge un conflicto que se manifestó en  varios campos de discusión y que no está del todo resuelto.  
      Hay  quien defiende o ataca la clonación humana hecha y derecha. Pero la discusión  está contaminada de prejuicio y fantasía. Más de uno cree que podria comprar un  clon de Pamela Anderson como quien compra una muñeca de goma, o clonar a Elbert  Einstein para concluir la teoría del campo unificado. No terminan de caer en la  cuenta de que en ambos casos obtendrían una criatura con toda una infancia y  toda una vida por delante y que probablemente el parecido con sus clones  famosos sería efímero y fortuito. La personalidad humana está determinada sólo  en parte por los genes. 
      También  hay quien aboga por la clonación humana como solución para parejas estériles.  Cualquiera de estas operaciones valdría decenas de miles de dólares y  constituiría un negocio millonario, pero enfrenta serios planteos éticos.  Primero: hasta que todos los problemas técnicos y todas las incógnitas que  quedan por resolver las consecuencias indeseadas de la clonación son  inadmisibles cuando se trabaja con humanos. Y cuando la tecnología avance hasta  plantear clonaciones con “riesgo cero” entonces todavía habrá que responder las  preguntas para cada caso: ¿es lo mejor, es necesario? 
      El  anuncio casi simultáneo de dos laboratorios, uno en Italia y otro en Estados  Unidos de la inminencia de clonaciones humanas, absolutamente prematuras,  cuando las técnicas alcanzadas esta todavía muy lejos de la praxis segura  produjo reacciones de rechazo en todo el mundo. Científicos, legisladores,  presidentes de todos los colores salieron a manifestar públicamente su rechazo  y se esperan legislaciones prohibitivas que complicarán aún más el panorama  científico.        | 
   
  
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        Glosario 
            Clonación  Reproducción de un organismo  sin la intervención de sexos generando una copia genética del organismo  original. 
                Clon  (copia genética) Organismo idéntico genéticamente a  otro.  
                Clon  (colonia)   Colonia de organismos idénticos genéticamente. 
                Cromosoma  Estructura  muy condensada formada por ADN y proteínas. Por extensión se llama cromosoma  también a la fibra de ADN cuando se halla laxa e invisible al microscopio. En  los cromosomas están los genes. El conjunto de cromosomas de un individuo se  llama genoma.  
                Diploide  Dotación  doble de información genética. De cada gen hay dos copias en el genoma. Los  duplicados no necesariamente son exactamente idénticos. 
                Gen  Segmento de ADN que instruye  la fabricación de una proteína. 
                Haploide  Dotación  unitaria de información genética. De cada gen hay una sola copia en el genoma. 
                Fisión  binaria   División de una célula en dos, llamadas células hijas, que son idénticas  entre sí e idénticas a la célula original de la cual provienen. 
                Proteína  Molécula  estructural o funcional de los organismos. La instrucción para sistetizarla  reside en los genes. Cada gen, una proteína. 
                Xenotransplante  
              Transplante de órganos entre especies  diferentes 
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    Artículo 
    publicado para el programa Con/Ciencia. Algunos derechos reservados. 
    Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jul-09. Buenos Aires, Argentina. | 
   
 
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