| ANTIMATERIA  Tal vez la  característica más sorprendente de nuestro universo es que sea tan  endiabladamente lógico. Los descubrimientos que se realizan tras una predicción  de pura lógica quedan envueltos en ese halo de misterio perturbador. Tal es la  historia de la antimateria y su profeta, Paul Dirac, que en 1930 estaba  estudiando las propiedades de la materia al mismo tiempo que se estaban descubriendo  sus componentes más pequeños y sus caprichosos comportamientos cuánticos. Las herramientas  de Dirac eran dos: imaginación, y matemática dura.  En un  momento en que estaba derivando fórmulas que describían las propiedades de la  materia se topó con una ecuación que tenía un agujero, una solución que no  describía nada conocido. Una solución rara, como una especie de espejo en el  que se puede ver otro universo, simétrico al nuestro. Todas las partículas  materiales que se conocían hasta el momento también estaban, según la ecuación,  del otro lado, pero con sus propiedades fundamentales invertidas.  A Dirac le  gustó mucho llenar ese hueco con un significado y lo llamó antimateria. Apenas  dos años más tarde los físicos, advertidos por la lógica inobjetable de la  matemática, encontraron la primera partícula de antimateria: un positrón, la  pareja espejada del electrón. Una a una fueron apareciendo en sofisticados  experimentos de laboratorio las antipartículas de cada partícula conocida.  Dirac  también predijo que cada vez que una partícula material se encuentra con su  antipartícula se aniquilan mutuamente transformando toda su masa en energía.  Pues bien, el proceso ocurre sin dudas y es esa aniquilación inapelable la que  hace tan difícil producir y almacenar cantidades respetables de antimateria. CLONACION Dos  organismos de la especie que sea, que compartan idéntica información genética  son clones. La naturaleza los fabrica desde hace eones. Las bacterias, por  ejemplo, que se reproducen fabricando réplicas y dividiéndose, son clones.  Organismos más complejos como los seres humanos también tenemos clones naturales,  los gemelos. No es lo más común... pero no sorprende a nadie. Hace tiempo  advertimos que dominar la clonación ofrecía oportunidades ventajosas y comenzamos  a explorarla. Así inventamos la reproducción (clonal) por injerto, por ejemplo,  de algunos cítricos, que naturalmente tienen reproducción sexual que mezcla los  genes malogrando propiedades que el productor quería conservar.  En los 60  se logró la reproducción clonal de ranas. Pero eso ya era parte de la  investigación para desarrollar la técnica de clonación de mamíferos. Entonces  llegó Dolly, el primer mamífero clonado artificialmente, una ovejita que  cobraba 1.000 dólares la foto. En serio: la propiedad ventajosa que a un  productor le interesa conservar en su ovejita (o su vaquita, o su lo que sea)  no es su lana ni su producto agropecuario natural sino alguno otro cientos de  veces más redituable que el animal fabrique por orden de un gen insertado. El  negocio no esta en la clonación en sí misma sino en el binomio clon-transgénico.  Hasta acá  lo racional, más, menos, alguna que otra variante tecnológica. Pero nadie  contaba con la diabólica imaginación del hombre. |